Cría cuervos y te profanarán la tumba


La profanación de la tumba del General Franco supone una suerte de venganza, una válvula de escape de los frustrados y resentidos que perdieron la Guerra. Éstos afirman que la actual Constitución es hija del régimen franquista y tienen razón en ello. No en vano Franco dejó todo «atado y bien atado», realizando la «Transición sociocultural» en el período conocido como «desarrollismo» y restaurando la dinastía usurpadora. Y él era perfectamente consciente de ello; tal es así que, en 1971, en una conversación con el general estadounidense Vernon Walters afirmó: «Yo he creado ciertas instituciones, nadie piensa que funcionarán. Están equivocados. El Príncipe será Rey, porque no hay alternativa. España irá lejos en el camino que desean ustedes, los ingleses y los franceses: democracia, pornografía, droga y qué sé yo. Habrá grandes locuras pero ninguna de ellas será fatal para España». A lo que el General Walters le dijo: «Pero mi general, ¿cómo puede usted estar seguro?». Y Franco concluyó: «Porque yo voy a dejar algo que no encontré al asumir el gobierno de este país hace cuarenta años, la clase media española. Diga a su presidente que confíe en el buen sentido del pueblo español, no habrá otra guerra civil» (1).

La cita de Franco es escalofriante y propia de un pensamiento típicamente liberal. No en vano, fue su régimen (como él mismo afirma al principio de esta misma cita) el que consolidó todas esas instituciones y estructuras estatales que transformaron España en el Estado español (como al propio régimen gustaba denominar). El general ferrolano hizo realidad lo que jamás consiguieron las constituciones liberales decimonónicas. Esta frase de Francisco Franco representa el triste final de un general que, por los azares (o no) de la vida pasó de acaudillar una Cruzada contrarrevolucionaria a malograr su victoria con la imposición de un Estado-nación que el régimen liberal hasta 1936 no había logrado; la introducción del turismo masivo y el retorno de las modas extranjerizantes e inmorales; la destrucción de buena parte de lo que quedaba de nuestro patrimonio con el desarrollismo y la construcción sin medida, belleza ni armonía; el comienzo del abandono del campo; la excesiva dependencia de los EE.UU. y, como coronación de la revolución, el retorno de la dinastía usurpadora.

La Comunión Tradicionalista, con los Tercios de Requetés y el resto de sus organizaciones, luchó como ninguna otra fuerza del llamado bando nacional en la Cruzada de 1936; no hubo contribución más decisiva a la victoria de 1939. Y esa Comunión Tradicionalista recordó en repetidas ocasiones al General Franco la necesidad de restaurar la monarquía tradicional. La ingratitud de Franco les pagó no solamente con la persecución, sino con el cumplimiento de lo que los carlistas auguraban para España si Franco impedía la restauración de la Monarquía legítima: como recogió, por ejemplo, nuestro cuaderno de bitácora amigo Reino de Granada en la Carta de la Comunión Tradicionalista al General Franco de 1943.

Al final y como suele suceder con las monarquías liberales, éstas acaban descabezando a sus amparadores y convirtiéndose en repúblicas. Todo parece indicar que, antes o después, a la dinastía usurpadora le tocará este final. Esta república coronada volverá a quitarse la corona. Mientras tanto, mantiene un silencio absoluto ante la profanación del que fue su más importante valedor y promotor. Al contrario, nosotros los carlistas, pese a ser perseguidos por el régimen franquista, nos hemos manifestado contrarios a cualquier profanación de una sepultura cristiana, como es en este caso.

Curiosamente, el aparato estatal que el propio Franco creó es el mismo que pretende imponerse sobre el fuero eclesiástico para violar su sepultura. Pudo facilitar la restauración de la Monarquía católica y tradicional que sólo representaba el Rey Don Javier de Borbón, pero prefirió decantarse por una improvisación constante que trajo consigo la demolición paulatina de la sana sociedad española; y preparó el camino para la llamada Transición y el advenimiento de otra constitución liberal, una más, la de 1978. La peor que hemos sufrido hasta ahora. Como dice el refranero popular, «cría cuervos, y te sacarán los ojos». En este caso, te profanarán la tumba.

Notas: