Vázquez de Mella: un gallego por afinidad, por afecto y por espiritualidad

En Madrid acaba de morir D. Juan Vázquez de Mella, ilustre hombre público, publicista, pensador, orador elucuentísimo. Por su gran modestia y por sus arraigadas creencias políticas no quiso ocupar ningún alto puesto. Sin embargo, en la consideración nacional estuvo siempre en la línea de nuestras primeras mentalidades.

Nació en Cangas de Onís, pero estudió carrera mayor en Santiago. En la biblioteca universitaria formó su espíritu y con el corazón puesto en Compostela vivió toda su vida. Por ésto, con motivo de su muerte, la prensa de aquella ciudad le ha consagrado mucho espacio, desenterrando interesantes episodios de su vida.

"Mella -dice un periódico compostelano- no había nacido en Galicia aunque muchos diccionarios enciclopédicos señalan esta su tierra como la de su nacimiento; pero era igual. Si la casualidad quiso llevarle a nacer en la región vecina, de donde su difunta madre era nativa, aquí vivió siempre, aquí se educó y de aquí se consideraba él. ¡Con qué fervor hablaba siempre de Santiago!, de sus primeros años de estudiante, de su infancia discurriendo por las calles compostelanas, de los días agitados en que bajo lo porches de la monumental Compostela discutía y libraba batallas académico-políticas, y de las horas de paz y sosiego, en la tranquilidad virgiliana transcurridos en su casa de Boimorto.

Como todo lo que se ama, también Galicia fue ingrata con Mella, pues cuando quiso representarla en Cortes, siendo ya una figura sobresaliente en la política española, le volvió la espalda. Fue en el año 1919, gobernaban los mauristas y al encasillar los diputados que habían de formar aquel Parlamento hecho a semejanza del ilustre Maura, con las organizaciones antiguas, señalaron a Santiago como lugar más adecuado para que Mella luchase con los antiguos dominadores del distrito.

Unos días antes de la elección, en vísperas ya de la fecha señalada para ella, Mella llegó a Santiago. Fuimos de los pocos que acudimos a recibirle, porque nos ligaba a él una antigua amistad. Nos preguntó nuestra impresión y sinceramente, claramente, casi brutalmente, la expusimos al amigo.

A pesar de todos los pesares, con todas las simpatías del Gobierno de entonces y todas las seguridades del ministro de Gobernación, que lo era D. Antonio Goicoechea, Mella salió derrotado. Sin embargo, Vázquez de Mella obtuvo la mayoría de los votos de Santiago. Alcanzó aquí 1495 votos mientras que su contrincante lograra 1229. Entonces, como siempre, quien dio el triunfo ha sido la población rural".

De entonces -dice el mismo periódico- conocemos un episodio que muchos ignorarán y que, sin embargo, tiene mucha gracia por tratarse de los personajes que se trataba. Un sacerdote del Ayuntamiento de Enfesta, que aún vive en el vecino distrito, hombre de arraigo en el país, era dueño de la votación de toda aquella parte. y se sabía que estaba, por razones de parentesco con personajes liberales de Santiago, del lado de éstos. Mella, que fue apercibido de eso, procuró atraerse al cura y hasta se valió del Obispo Auxiliar, su gran amigo, el señor Valbuena (q.D.h).

-Yo no haré nada, no me enteré de nada, decía como última promesa.
-Si votan por V., aún añadió, será porque sabían de mis compromisos anteriores y creerán darme gusto en ello; pero yo nada les diré para que lo hagan.
La votación de Enfesta fue favorable al contrincante del señor Mella y dio el triunfo al señor Cotarelo.
-¡Cuándo yo diga en Madrid, exclamaba luego, que he sido derrotado por un cura, no van a creerlo!".

Sus primeros pasos por la vida pública los dio Mella desde las columnas del periódico. Ya lo recordábamos ayer en una breve nota. Comenzó aquí con "Franco Leal" (Fernández Suárez) Jamardo Crisman, Tarrío, Caldelas, Gallego y Calvelo redactando "El Pensamiento Galaico". Luego fue a Madrid llamado para dirigir "El Correo Español", órgano de D. Carlos. Allí, con el maestro de periodistas D. Beningo Bolaños "Eneas", con el malogrado Cirici Ventalló que manejaba la sátira y el humorismo como pocos y sin bajar a la chabacanería, y con otros muchos compañeros, Mella escribía sus impresiones acerca de la vida política española, que eran tenidas en alto aprecio y constituían los grandes sucesos.


Aún después, cuando venía a Santiago con cualquier motivo y aquí se quedaba con propósito de estar unos días, que a lo mejor se convertía en meses, Mella no sabía pasarse sin acudir a las redacciones de los periódicos.

Recuerda un diario santiagués los grandes éxitos parlamentarios de Vázquez de Mella y dice que se hizo célebre la frase con que terminó uno de sus discursos: desgraciados los pueblos que son gobernados por mujeres y niños. Nosotros -es ahora VIDA GALLEGA quién habla- podemos evocar aquel discurso con la autoridad y la emoción de testigos presenciales.

Se debatía en el Congreso el desastre colonial, y las oposiciones batían fieramente al Gobierno de Sagasta. Presidía la cámara el marqués de la Vega de Armijo. Vázquez de Mella pronunciaba una oración llena de fuego y en lo más ardoroso de ella lanzó aquel famoso apóstrofe que se hizo célebre y que el periódico compostelano recuerda ahora.

Eladio de Lema (Faro de Vigo), 11 de marzo de 1928.