La Saleta, Galicia y el Carlismo


El 19 de septiembre de 1846, en unas montañas cerca de Grenoble, en La Saleta, se apareció la Santísima Virgen María a dos pastorcitos: Melania Calvat y Maximino Giraud, a los que les confió un secreto que debería permanecer oculto hasta 1858. Este secreto profetiza grandes catástrofes para el Mundo y para la Iglesia, de contenido claramente apocalíptico. Sin embargo, un detalle suele omitirse del mismo y es la alusión a una restauración monárquica.

La llegada de las apariciones de la Santísima Virgen María en La Saleta llegan a España por medio del carlista navarro exiliado en Francia, Florencio Sanz Baeza, que publicará las siguientes obras fomentando el apostolado de esta aparición mariana:

- En 1862: Aparición, revelaciones y milagros de la Virgen Santísima en un Monte de los Alpes llamado La Saleta (Madrid, imprenta del periódico La Esperanza).

- En 1864: El agua de la Saleta : opúsculo sobre curaciones y conversiones prodigiosas invocando a Ntra. Sra. de la Saleta y haciendo uso del agua de su fuente (Madrid. Imprenta y librería de D. Eusebio Aguado).

- En 1865: Triduo a Nuestra Señora de la Saleta (Lugo, imprenta del periodista carlista Manuel Soto Freire).

Además de la colaboración e impresión en Lugo por parte del carlista Manuel Soto Freire, en Galicia, el también carlista Francisco María Rivas Taboada y amigo de Sanz Baeza, impulsó el establecimiento del culto a la Virgen de La Saleta en la iglesia parroquial de Siador (Silleda), aldea a la que pertenecía. De hecho, es en esta región donde la devoción a Nuestra Señora de La Saleta va a tener mayor propagación en España, es donde existe el mayor número iglesias que deben su nombre a esta aparición mariana y es en Galicia donde mayor difusión tiene el nombre de Saleta. Tal es así que este hecho fue destacado en El País, que erróneamente consideró Saleta un nombre gallego moderno de los que hoy se estilan en la región, poniéndolo en el mismo saco que Brais, Uxía, Iago o Iria.

El secreto de Melania publicado en 1858 afirmaba que, entre otras cosas, después de que la Iglesia sufriese una crisis espantosa:

Jesucristo, por un acto de su justicia y de su gran misericordia con los justos, mandará a sus ángeles para que ejecuten a todos sus enemigos. De golpe, los perseguidores de la Iglesia de Jesucristo y todos los hombres dados al pecado perecerán y la Tierra quedará como un desierto. Entonces se hará la paz, la reconciliación de Dios con los hombres; Jesucristo será servido, adorado y glorificado; la caridad florecerá en todas partes. Los nuevos reyes serán el brazo derecho de la Santa Iglesia, que será fuerte, humilde, piadosa, pobre, celosa e imitadora de las virtudes de Jesucristo. El Evangelio será predicado por todas partes y los hombres harán grandes progresos en la Fe, porque habrá unidad entre los obreros de Jesucristo, y los hombres vivirán en el temor de Dios.

Esta paz entre los hombres no será larga; veinticinco años de zafras abundantes les harán olvidar que los pecados de los hombres son la causa de todos los castigos que ocurren en la Tierra.

Después de esta restauración breve, los males retornarían con más fuerza, al punto de la profecía conocida de que Roma sería la Sede del Anticristo. Entonces, habría un castigo de fuego del Cielo y el final:

Roma pagana desaparecerá; caerá fuego del cielo y consumirá tres ciudades; el universo entero será presa del terror, y muchos se dejarán seducir por no haber adorado al verdadero Cristo, que vivía entre ellos. Ha llegado el tiempo: el sol se oscurece; sólo la Fe vivirá.

Es interesante comprobar pues que habrá dos castigos, el primero precederá a la supuesta breve restauración. Morirán en ambos muchos malvados; siendo el primero, castigo para los precursores del Anticristo y el segundo, para el Anticristo mismo. 

Pero éste no es el objeto del artículo sino la profecía de la restauración de 25 años. De hecho, las menciones a un retorno de la Cristiandad, con Papas y Reyes —y no con regímenes conservadores confesionales, más o menos autoritarios— es recurrente en diversas profecías. Así, podríamos hilar esto con otras profecías y revelaciones privadas que nos hablan de lo mismo, como son todas las alusivas al Gran Monarca, la Gran Promesa del Sagrado Corazón de Jesús al Padre Bernardo de Hoyos, el sueño de San Juan Bosco que profetiza el triunfo de la Causa que entonces abanderaba Don Carlos VII y, por supuesto, el triunfo del Inmaculado Corazón de María, último remedio junto con el Santo Rosario y que el Rey Don Javier decidió entronizar en su escudo de armas.

Fuente: https://periodicolaesperanza.com/archivos/20777